Sabia indígena y humilde sanadora: María Sabina estará siempre ligada a la historia del chamanismo y de los hongos sagrados en México. Conoce la historia de su vida y su legado.
María Sabina Magdalena García era su nombre completo. Nació en 1894 en una pequeña población del municipio de Huautla de Jiménez, en la sierra de Oaxaca. Tierra de frijol y milpas. Huautla está habitada por la cultura mazateca, que aún mantiene vivo un ritual religioso basado en la ingesta de hongos alucinógenos.
Los primeros contactos de María Sabina
con los hongos
María Sabina tenía tres años cuando nació su única hermana, María Ana. Al poco tiempo murió su padre y su madre quedó viuda. Se sabe que en el linaje de su familia había dos ancestros chamanes. Quizás por ello se dice que antes de los diez años descubrió de manera intuitiva el uso de los hongos y las hierbas. Los usó para curar a los enfermos de su comunidad.
Según la costumbre de su cultura, María Sabina fue entregada a los 14 años, sin boda ni noviazgo, a Serapio Martínez. Con él tuvo sus primeros tres hijos. Quedó viuda a los 20 años y comenzó a practicar su oficio de chamana. Durante las veladas nocturnas ingería los hongos que le permitían conectarse con sus dioses. Le ayudaban a averiguar, entre rezos y visiones, cuál era la dolencia de su paciente.
A los 30 años, María Sabina se unió a su segundo marido, Marcial Carrera. A partir de ese momento, puso en pausa a su oficio de sanadora, pues la regla dice que hay que estar en abstinencia sexual para manipular los hongos. Trece años y seis hijos después, María Sabina vuelve a quedar viuda y retoma su práctica como sanadora. Fue en esos años cuando comenzó a volverse conocida.
Los chamanes existen en muchas culturas del mundo. Fungen como sanadores, sabios y mensajeros de la divinidad en sus respectivas comunidades. Suelen ingerir algún tipo de planta para alterar su estado de conciencia y entrar en trance. Los chamanes pueden acceder a otros planos de la conciencia o “mundos”, en los que los espíritus les dan mensajes acerca del futuro, de los pecados o de las enfermedades que aquejan a sus consultantes.
El trance chamánico es vivido como un viaje y requiere de ritos como danzas, cantos o rezos. En su ritual, María Sabina pedía con cantos a las ánimas “el poder para enfrentar el mal”. Los versos de su canto eran tan hermosos y reveladores que fueron recogidos en documentales, grabaciones y libros, tanto de antropología como de poesía. “Mi destino era curar con el lenguaje de los niños santos”, dice la sabia en un documental, “Soy la que lee, la intérprete”.
En una de las narraciones de su trance, María Sabina cuenta: “Hay un mundo más allá del nuestro, un mundo que está lejos, también cercano e invisible. Ahí es donde vive Dios, donde vive el muerto y los santos. Un mundo donde todo ha pasado ya, y se sabe todo. Ese mundo habla. Tiene un idioma propio. Yo informo lo que dice. El hongo sagrado me toma de la mano y me lleva al mundo donde se sabe todo. Allí están los hongos sagrados, que hablan en cierto modo que puedo entender. Les pregunto y me contestan. Cuando vuelvo del viaje que he tomado con ellos, digo lo que me han dicho y lo que me han mostrado”.
María Sabina y su fama en el mundo
En 1953, el estadounidense Robert Gordon Wasson y su esposa Valentina Pavlovna dan a conocer a María Sabina a través de un reportaje publicado en la revista Life. Después de entrevistarla y estudiar con ella, Wasson pudo ampliar sus estudios sobre la “etnomicología”, el uso ritual de los hongos en las culturas vivas y ancestrales.
A partir de allí, varias celebridades fueron a visitarla y a experimentar el viaje con los hongos, entre ellos, el creador del LSD Albert Hoffman, Walt Disney y el escritor Aldous Huxley. Cuenta la leyenda que músicos como John Lennon, Bob Dylan y Jim Morrison también llegaron hasta la sierra mazateca buscando la sabiduría de los hongos sagrados.
Su aportación a la literatura como poeta oral ha comenzado a tomar fuerza de unos años a la fecha, incluso Homero Aridjis la llamó “la más grande poeta visionaria de América Latina en el siglo XX”.
A pesar de su reconocimiento, María Sabina, la sabia de los hongos, murió en la misma pobreza en la que vivió. Sencilla, poderosa y auténtica, a los 91 años. El epitafio en su tumba dice: “Aquí reposan los restos de una mujer mazateca que con su sabiduría fue admirada por propios y extraños”.
La casa donde vivió en Huautla de Jiménez ha sido convertida en un pequeño museo que expone imágenes y algunos de sus huipiles.